LOLA CONVERSA CONMIGO.
Se quedó sola en el garaje de la casa, para empezar una nueva vida era suficiente. Se acurrucó en mi cama, era prestada, mía de cuando yo era un cachorrito. Podéis haceros una idea, no le cabían más que las patas de atrás, el otro medio cuerpo se quedaba fuera. Sin embargo su cara lo decía todo sin hablar,¡ tengo un sitito, pequeño, pero no importa!.
Mi dueña apagó la luz, entornó la puerta y Lola se quedó allí, tranquila, sin que nadie la molestase.
Yo oí a mi dueña, – Vamos Lucas, necesita descansar- .
Sin embargo, obedeciendo salí, pero me quedé allí tumbado delante de la puerta esperando, me preocupaba, no sabía que haría en su estado, quería que supiese que contaría con mi compañía.
Transcurrido un largo rato, decidí entrar a verla, le pegunté:
– ¿Estás bien?, ¿necesitas algo?.
Ella me miró con mirada triste, levantó la cabeza y dijo:
– Sí, estoy bien, solo necesito descansar, ha sido un día muy intenso, con muchas emociones para mi humilde vida.
Yo insistí:
– Quieres que me quede contigo, sólo por hacerte compañía.
Lola tímidamente contestó:
– Como quieras, eres muy amable.
Y, allí me quede tumbado a su lado sin decir nada, la dulzura de su mirada, actuaba como un imán en mí, algo me decía que debía permanecer allí, custodiándola, guardando su descanso. Intuí que con mi silencio y mi compañía, acabaría por confiar en mí. Tenía que entender que nadie iba a hacerle daño, todos queríamos ayudarla de la mejor forma posible.
INICIO DEL RESCATE
LOLA DESCANSANDO
Poco a poco, fueron transcurriendo los días, empezó a adaptarse al modo de vida de la casa, pero seguía muy triste, ni su mirada, ni su rabito transmitían alegría.
En este estado yo no sabía qué hacer para que hablase, que me contase qué había pasado, por qué vagaba por la calle, por qué cojeaba, por qué tenía tantas heridas, por qué estaba tan delgada…¡Había tantas cosas que quería saber…!.
Un día mientras permanecía a su lado tumbado, ella me preguntó:
– Lucas, ¿ llevas mucho tiempo viviendo con esta familia?.
Yo le respondí:
– Sí, toda la vida, abandoné a mi madre y mis hermanos con tres semanas, me trajeron aquí con ellos y ya ves, aquí sigo, es mi familia, no conozco otra.
Lola mirándome continuó hablando.
– Tienes mucha suerte, yo no he vivido con una familia como tal, he vivido con un dueño que sólo le veía para comer, cuando le veía, no siempre me visitaba. Creo que sólo me quería para tener cachorritos que luego me los arrebataba. Esta última vez ha sido peor, creo que me iba a quitar de en medio, ya me entiendes. Un día se llevó a mi compañero y nunca más volvió, yo lo esperé, pero entendí que ya no volvería nunca. Pensé que me quedaban mis cachorritos, pero otro día también se los llevó. Empecé a asustarme mucho, porque entendí que la siguiente era yo, mírame ya no sirvo para tener más crías. Yo estaba muy asustada, temía que entrase, yo…., no sabía, estaba confusa, pero qué podía hacer. Mi compañero…, mis hijos…, yo….¡qué horror!.
¡Shsss!, calla, tranquila,- intervine yo-. Ya pasó todo, ahora estás aquí, nada te va a pasar.
Tras una pausa Lola continuó hablando, parecía que necesitaba descargar su pena. Me preguntó si yo confiaba en los niños.
¡Uff!, qué pregunta. Pues claro que confío en ellos, en mis niños, he crecido jugando con ellos y ellos conmigo, echábamos peleítas, lo pasábamos genial. Ahora son más grandes, yo también, jugamos menos pero nos queremos igual, espero que vengan, siempre que aparecen cojo mi juguete para jugar con el que llega, sobre todo el pequeño.
Lola inmediatamente comenzó a contarme que a ella los niños le habían salvado la vida dos veces, confiaba en ellos siempre que podía. Continuó su relato diciendo:
– Cuando tuve a mis cachorros, solían ir a vernos unos niños, siempre los mismos. Un día se dieron cuenta que mi compañero no estaba, otro día fueron a ver los perritos y tampoco estaban ya, hablaron entre ellos, yo no podía oír, además estaba enferma, cansada, no me importaba nada, sabía que poco tardaría en desaparecer yo también. Pero de repente se acercaron a mí deprisa, me levantaron y cortaron la cuerda con la que estaba siempre atada y me sacaron de allí. Tuve miedo, mucho miedo, pero por otro lado, tampoco perdía nada, ya lo había perdido todo. Intentaron retenerme en lugar que construyeron con ramas, palos, etc, intentaron cobijarme allí. Me llevaron comida, pero yo no me sentía segura y me escapé huyendo a ninguna parte, dónde iba, no sabía, intenté alejarme de la gente y busqué un lugar apartado. Los niños habían salvado mi vida, aunque no sabía muy bien para qué.
No había estado nunca en la calle, siempre estuve encerrada, así que me escondí entre unos matorrales, esperaba tranquilamente a la que me estaba esperando desde hacía tiempo, mi enfermedad vivía conmigo, pero ahora estaba sola y no tenía a nadie por quién vivir.
La segunda vez me salvó una niña un poco mayor ya. Yo dormitaba entre mis matorrales, estaba débil, hacía muchos días que no comía, me había abandonado ya del todo. Llevaba ya mucho tiempo que no me importaba nada, tenía hambre, pero no tenía nada que comer, alguna gente a veces me daba algo, casi no podía levantarme, el dolor de la pata me impedía moverme. Sin embargo a lo lejos oí una voz dulce que se acercaba que me dio confianza. Venía hablando con un perro que eras tú, cómo pude me incorporé, mi pata me dolía mucho, no me dejaba andar, pero sentí que era mi última oportunidad, me recompuse como pude, salí a veros y….
Lola y la rescatadora descansando en su nuevo hogar
¡Shsss!, tranquila, descansa ya pasó todo, aquí estás segura, confía en mí.
Empecé a darme cuenta que anímicamente estaba muy mal, su alma estaba muy herida, más que sus patas. Sabía que iba a necesitar mucha ayuda para salir adelante, pero ahí estaba yo para ayudarla, para qué están los amigos, ¿eh?.
Intenté consolarla rozándola suavemente con mi hocico, y ella se hizo la rosquita más pequeña que pudo y metió su hocico bajo su pata trasera.
Lo cierto es que cuando, la vimos mi amita y yo, nos miramos los dos y nos quedamos perplejos, yo traté de decir a la niña que teníamos que hacer algo, estaba francamente mal, y…¡ menos mal!, sé que es buena, quiere y respeta a los animales, lo ha aprendido bien . Cogió el móvil, hizo una llamada, habló con su madre (mi dueña) y ya me tranquilicé, había comenzado el rescate de la tierna Lola.
Lola viajando con su nueva familia
Deja un comentario