Carta a Lola.
Mi querida galguita, siempre presente en mi corazón.
Violeta sigue su proceso de adaptación feliz entre nosotros, ha cumplido ya 1 año, crece por momentos al igual que su alegría imparable.
Es adorable, cariñosa, juguetona, sin miedos, curiosa, todo llama su atención, un ruido, una sombra, las hojas que caen de los árboles, correr entre ellas.
Es un ser inocente, sin malicias, con un corazón inmenso, un rabito imparable en su movimiento. Es sabido que los perros tenemos el rabito conectado al corazón, ello da muestra de nuestra felicidad.
Su ternura, su paz cuando dormita, su tranquilidad cuando duerme boca arriba, su mirada traviesa cuando hace algo que está mal.
Después viene a buscar refugio conmigo, mira si es inocente, ¡si yo paso por debajo de ella!, pero piensa que el tamaño no importa a la hora de pedir cobijo; claro que se lo presto gustoso, me recuerda a mi cuando era un cachorro feliz y jugaba con mis niños, ufff, ya son muy mayores.
La castigan en el mismo rincón que a mí, como yo ya lo sé, voy allí antes que ella, se refugia detrás de mí o conmigo.
Trato de decirla que ha hecho mal, que eso no se hace (morder alguna pata de la mesa o similar), la pobre se disgusta, pero debe aprender.
También es verdad que se la olvida pronto y comienza a maquinar la siguiente trastada, ¡ufff, me agota!, pero me rejuvenece, me atrevo a jugar otra vez con pelotas, huesos, la veo a ella y me animo yo. Nos peleamos por ello, pero al final cedo y se lo doy, ¡qué voy a hacer!, es pequeña, es cachorra, es imparable, poco a poco nos vamos adaptando.
La gusta mucho que nuestros amitos la cojan en brazos, el problema es que piensa que es un chihuahua y que cabe en cualquier sitio, no entiende que es muy grande, pero insiste y lo consigue porque sus lamentos son tremendos, ¡tan lastimosos!….
Cuando viene alguno de ellos a casa, les hacemos una fiesta enorme, ha aprendido rápido, el problema es que no mide su tamaño, pero no se enfadan y nos consienten los besos y lametazos que les propinamos.
Los saltos de Violeta y sus carreras, si la dejan son incesantes, lo mismo que la alegría que siente cuando vuelve a casa después de dar un paseo, entra buscando a ver quién hay en casa para saludar.
No encuentra amigos con los que jugar a su modo, corre más que ninguno, salta más, pero no se da cuenta. Menos mal que a veces ve a su hermana Shayk, las dos se entienden de maravilla jugando, a mi me saltan por encima, a veces intento seguirlas, pero ¿quién sigue a un galgo?, es imposible.
Así van pasando los días, Violeta haciéndose toda una galguita adorable, viendo a su hermana con frecuencia, qué es un torbellino imparable y cariñosa como ella, es un placer verlas correr y juguetear.
A su hermano Zarco, le vemos menos, pero es dulce, ojos inmensos, con una mirada impregnada de bondad infinita, similar a la tuya.
Querida Lola, hubo un tiempo en el que el reloj se paró cuando te marchaste, pero ahora vuelve a funcionar muy deprisa, con la fuerza de la sangre joven que corre por las venas de Violeta.
Sé qué desde donde estés la protegerás como una buena madre, yo lo hago desde aquí.
Contigo iniciamos un camino que no tiene fin, la lucha por los galgos y todos los pobres abandonados y maltratados.
Tu estancia no fue muy larga en el tiempo, pero si en el corazón y ello ha permitido que Violeta, Shayk y Zarco, tres galguitos indefensos abandonados a muy corta edad estén ahora a salvo como muchos otros.
Gracias por aparecer en nuestras vidas, LOLA.
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